domingo, 14 de marzo de 2010

Octubre de 1934: El PSOE se rebela contra la República


Una época negra del PSOE que no incluye en su “Memoria Histórica”.
El ingeniero, político, diplomático y escritor don Salvador de Madariaga Rojo, condenó la revolución de octubre diciendo: “Con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936”.
La Revolución de Asturias fue, en principio, un movimiento huelguístico y en pocos días se convirtió en un golpe de Estado; levantándose en armas contra el gobierno legalmente constituido tras las elecciones de noviembre de 1933. Este movimiento estuvo alentado desde amplios sectores e importantes dirigentes del PSOE y la UGT, como Largo Caballero o Indalecio Prieto… y con el apoyo de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y el Partido Comunista de España (PCE). Estos acontecimientos sucedieron del 5 al 19 de octubre de 1934 y según prestigiosos historiadores fue la antesala de la nefasta guerra civil española.
Leyendo la historia uno se da cuenta hasta donde puede llegar el fanatismo de las personas y nos demuestra la catadura moral que cada uno tiene de lo que es la Justicia, la Libertad y la Democracia. Todo lo que sucedió en España durante esos fatales días de octubre fue debido a que el PSOE y la UGT no querían que fueran nombrados ministros tres miembros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) que en las elecciones de 1933 fue el partido que más escaños consiguió 105, en total la derecha y el centro obtuvieron 258 escaños. Los republicanos de centro, donde militaba Martínez Barrios, consiguieron 119. Y los republicanos de izquierda, véase PSOE (58), PCE (1) junto con el resto de partidos de izquierda entre todos lograron 95 escaños. Cabe destacar que en estas elecciones las mujeres pudieron vota por primera vez gracias a la labor política de Clara Campoamor, del Partido Radical. En su intervención parlamentaria la socialista Victoria Kent entre otras cosas dijo: “Dar el derecho al voto a la mujer es un peligro para la República”. El PSOE y los demás partidos de izquierdas votaron en contra, alegando que el voto femenino beneficiaría a los partidos católicos. A la votación solo asistieron el 55% de los diputados. Tras el fracaso la izquierda no se conformó con el resultado, la agitación social aumentó con la perdida del poder desembocado en el trajico octubre de 1934. Durante ese tiempo hubo huelgas, levantamientos anarquistas, desafíos a la legalidad del Gobierno e incluso muertes por la mayoría de las regiones españolas. La tarde del 2 de octubre de 1934, el Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora y Torres, encargó a Lerroux la formación del Gobierno. La decisión del Presidente del Gobierno Alejandro Lerroux García, del Partido Republicano Radical, de incluir a tres miembros de la CEDA en su nuevo gobierno encendió la mecha, tres días más tarde estallaba la revolución en Asturias.
A lo largo de 1934 los llamamientos a la revolución por parte del PSOE fueron constantes, el 3 de enero El Socialista publicaba las palabras que Indalecio Prieto dedicaba a la ciudadanía diciendo: “Guerra de clases, odio a muerte a la burguesía criminal… Mientras la UGT, PSOE, CNT, PCE y la Juventudes socialistas formaron una Alianza Obrera, cuya finalidad no era defender a los obreros; su objetivo era derrocar el sistema parlamentario e implantar una revolución semejante a lo ocurrido en Rusia en 1917.
El 27 de septiembre de 1934, el editorial de El Socialista era tajante: “Las nubes van cargadas camino de octubre: repetimos lo que dijimos hace unos meses: ¡atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro Octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La responsabilidad del proletariado español y de sus cabezas puede ser enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización.” Durante los días 5 al 19 de octubre de 1934 Asturias se levanta en armas contra el gobierno de la República legalmente constituido tras las elecciones de 1933, elecciones que el PSOE perdió y nunca aceptó.
Todo estaba preparado desde hacía meses, solo faltaba la orden de movilización para que el ejército revolucionario se pusiera en marcha. Según Largo Caballero, dicha orden fue transmitida, en clave, a todas las Comisiones por telegramas convenidos. Cada telegrama tenía una redacción diferente. Unas veces, de carácter familiar: “Mamá operada. Sin novedad”. Otras de carácter comercial: “Precio aceptado”. Todos los telegramas fueron expedidos el mismo día en que se acordó dar la orden de movilización, siendo depositados por distintos compañeros en las diferentes estafetas postales de la capital.
Los sublevados contaban con 90.000 fusiles, 33.000 pistolas y con 330.000 cartuchos, 10.000 cajas de dinamita y 30.000 granadas. En la madrugada del día 6, los mineros ocuparon los puestos de la Guardia Civil en las cuencas. Unos ocho mil se dirigieron de la zona de Mieres hacia Oviedo ese mismo día, a la que sometieron a un sitio en toda regla, mientras caían en su poder Avilés y Gijón. El Comité regional de la Alianza, que dirigía el socialista González Peña, asumió el control de la situación, imponiendo su autoridad a los aproximadamente 20.000 trabajadores en armas y a los numerosos comités locales surgidos en los primeros momentos y estableciendo un eficaz “orden revolucionario”. El Gobierno encomendó al General Franco la planificación de las operaciones militares y en dos semanas terminó con la revolución. Para ello utilizó aviones, barcos de guerra, artillería, infantería y tropas de la legión. El capitán Lozano, abuelo de Zapatero, salió de León hacia Asturias el 12 de octubre, según su hoja de servicios va como ayudante del coronel jefe de su regimiento, Vicente La Fuente Valeztena. para reforzar el avance de las fuerzas del Ejército por el sur de Asturias, en la que marchan también hay regulares y legionarios. La columna en la que va el capitán Lozano “asiste a los reconocimientos que se verifican sobre los Montes que ocupan los rebeldes”, según describe textualmente su hoja de servicios. El día 19 llega a Mieres, localidad de la que es nombrado gobernador militar el coronel La Fuente Valeztena, con el capitán Lozano como ayudante, que participa con él en las “inspecciones que realiza a los pueblos de aquella zona”, según la citada hoja de servicios. Las fuerzas que combatían eran tan desiguales, que el día 20 tras unas negociaciones entre el general Eduardo López Ochoa y el miembro de la UGT Belarmino Tomás la rebelión quedó sofocada, o sea los revolucionarios se rindieron.
Como consecuencia de la locura de algunos socialistas, murieron en toda España entre 1.500 y 2.000 personas (aunque algunos historiadores hablan de 1.000 o de 4.000) de los que unos 320 eran guardias civiles, soldados, guardias de asalto, carabineros y unos 35 sacerdotes. La ciudad de Oviedo quedó prácticamente destruida. Y se estima que en toda España fueron detenidos y sometidos a juicio entre 15.000 y 30.000 personas que participaron la revolución. Los datos son difíciles de comprobar debido a la fuerte censura que se aplicó sobre esta revolución. Toda esta ruina por qué y para qué.
Indalecio Prieto Tura, en su libro Discursos en América. Con el pensamiento puesto en España, Editorial Tollocan, México, D.F., 1944, dice: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario de octubre de 1934. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí.

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